Hablar con la policía
Cuando el veterinario llamó a la policía, Ben no sabía qué pensar. ¿Le pasaba algo grave a su preciosa yegua? ¿Estaba en problemas? Supo que algo no iba bien cuando arribó en pocos minutos. Todos estaban muy preocupados por la situación y, para evitar que las cosas empeorarán, Felicia tenía que ser sedada.
Con la angustiada yegua sedada, los policías centraron su atención en el dueño. Y él supo que estaba en problemas cuando le dijeron: "Venga con nosotros, señor".
Sé sincero
Cuando Ben acompañó a los policías, no entendía qué pasaba. Sabía que el veterinario estaba preocupado por el bienestar de su yegua, pero ¿qué podía hacer la policía para ayudar? Sin embargo, pronto se dio cuenta de que estaban allí por él. Y mientras los oficiales lo miraban a los ojos, le dijeron: "Es muy importante que sea sincero con nosotros, señor".
Luego, procedieron a hacerle una serie de preguntas sobre su pasado, su criadero y su relación con Felicia. Aun así seguía sin entender lo que pasaba.
El caballo perfecto
Hasta ese momento, Felicia había sido la yegua perfecta. Se enamoró de ella en cuanto la vio, y le encantaba ir a visitarla en el establo. Además, rara vez había tenido motivos para preocuparse por su salud, lo que significaba que no gastaba dinero en veterinario. Por eso, Ben sabía que no tendría problema para parir un potro.
Se preparó para la llegada de un nuevo potrillo. Era consciente de que, cuando quedara preñada, la gestación duraría entre 11 y 12 meses. Sin embargo, nunca esperó que saliera tan mal.
Elaborar un plan
Como Ben no tenía semental propio, sabía que el camino para encontrar la pareja perfecta para su querida yegua no sería fácil. Felicia era un ejemplar increíble y quería encontrar la pareja perfecta. Así que decidió contactar con personas de la comunidad ecuestre con la esperanza de hallar un semental de raza.
Después de varios meses, creía que no iba a encontrar uno y estuvo a punto de abandonar su proyecto hasta que halló el indicado.
El semental perfecto
Tras meses de búsqueda, encontró el semental perfecto. Y tras ejecutar su plan, el veterinario confirmó el embarazo de Felicia. Fue una noticia increíble, y Ben estaba encantado de saber que su querida yegua iba a ser madre.
Durante el examen inicial, el médico determinó que tanto la yegua como el potro estaban sanos. Pero con el paso de los meses, Ben empezó a sospechar que algo no iba bien.
Un comportamiento extraño
Como pasaba tanto tiempo con Felicia, la conocía a la perfección. A los pocos meses de embarazo, Ben empezó a sospechar que algo pasaba porque actuaba de forma extraña y su comportamiento cambió drásticamente. Tenía mucho sueño y rara vez salía del establo.
Además, empezó a comer cada vez menos. Y aunque él sabía que iba a ver algunos cambios, estos parecían fuera de lo normal para ser las hormonas del embarazo.
Tranquilizar la mente
Decidió llamar al veterinario y pedir su consejo. Al explicar el extraño comportamiento, el médico le dijo que no se preocupara. Señaló que los animales grandes suelen experimentar intensos cambios cuando están preñados, y por lo que le contaba, Felicia mostraba un comportamiento normal.
Tranquilizado por la llamada, Ben llegó a la conclusión de que se preocupaba demasiado. Así que decidió hacer todo lo posible para que estuviera más cómoda. Sin embargo, no parecía funcionar.
Preparándose
Aunque Felicia empezó a mostrarse aún más agitada y distante, Ben trató de dejar a un lado sus preocupaciones y centrarse en prepararse. Hizo sitio en el establo para nuevo el potro y se aseguró de tener comida suficiente. La fecha se acercaba, ya que crecía cada día más.
Ansioso por la llegada del potrillo, llamó de nuevo al veterinario porque quería estar preparado para cuando su yegua diera a luz.
El gran momento
Vio que Felicia mostraba signos de que iba a dar a luz en cualquier momento. Así que puso el establo lo más cómodo posible y tenía el teléfono al lado por si necesitaba llamar al veterinario. Ahora solo quedaba esperar a que la naturaleza hiciera lo suyo.
Sin embargo, Ben esperó y esperó, y no pasó nada. Veía que su yegua estaba angustiada y no sabía qué hacer. Quería que naciera el potro, pero también quería que ella estuviera a salvo.
Teléfono para el veterinario
Al final, no tenía otra opción que llamar al veterinario, ya que sabía que algo iba muy mal y no quería que les pasara nada. Este le aconsejó que Felicia estuviera más cómoda.
Y que la acostara de lado, con la esperanza de que una posición más relajada la ayudara a dar a luz de forma natural, pero Ben dudaba.
Hacerlo rápido
Como la yegua se había distanciado de su dueño en los últimos meses, no confiaba en él. Por eso, no sabía cómo se sentiría si la obligaba a tumbarse. Pero el veterinario le dijo que si no lo hacía, tanto la yegua como el potro correrían un grave riesgo.
Para el médico se trataba de una cuestión de vida o muerte y que debía hacerlo de inmediato. Por ello, Ben sabía lo que tenía que hacer.
Una perspectiva diferente
Con algunas palabras tranquilizadoras, Ben consiguió convencer a Felicia de que se tumbara. Y aunque lo logró, ahora debía moverla para que quede de costado como le había aconsejado el veterinario.
Fue una tarea difícil, pero lo consiguió. Sin embargo, pudo ver el embarazo desde otra perspectiva. Fue entonces cuando se dio cuenta de que algo raro pasaba.
Un bulto en el vientre
Al mirar el vientre de la yegua, se percató de que tenía una forma extraña. No era redondo, sino que sobresalía, por un lado. Él pensó que era algo muy inusual, pero no sabía lo suficiente sobre los embarazos en caballos como para decidir con seguridad si era algo de lo que preocuparse. Así que llamó de nuevo al veterinario para que le orientara.
Cuando le hizo más preguntas, Ben se dio cuenta de que estaba sorprendido. Fue entonces cuando empezó a preocuparse de verdad por el futuro de su querida yegua y su bebé.
Una ecografía importante
Mientras el veterinario escuchaba todo lo que él tenía que decir, pronto quedó claro que el embarazo no era normal. Sus cambios de comportamiento, el prolongado parto y el inusual bulto eran graves motivos de preocupación, y sabía que tenía que dirigirse a los establos. La única forma de ver lo que ocurría era realizar una ecografía.
Por supuesto, esto hizo que Ben se preocupara aún más, ya que percibió el nerviosismo del médico por la seguridad de la yegua y de su bebé.
Atrapado en el tráfico
Aunque el veterinario sabía que tenía que llegar pronto a los establos, se dio cuenta de que no sería posible porque se encontró con un embotellamiento. Llamó a Ben y le dijo que no sabía si llegaría a tiempo.
A pesar de los ruegos, el tráfico seguía complicado. Ninguno de los dos sabía qué hacer, y el tiempo se acababa.
El plan B
Ben consideró llevar a Felicia a donde estaba el veterinario, sabía que no sería práctico. No solo la yegua estaba muy inquieta, sino que no había ningún lugar en la ciudad en el que la pudieran examinar, y tampoco sabía en con qué tráfico se encontraría. Si bien pensó en limitarse a esperar, sabía que iba a ser imposible.
Al final, puso en marcha el plan B. Llamó a uno de sus amigos y le pidió que fuera en moto a la ciudad a recoger al veterinario.
Al lado de Felicia
Al final, el plan B funcionó. Con la ayuda de su amigo, el veterinario pudo sortear el tráfico y llegar a los establos. Inmediatamente, inspeccionó a la yegua y sacó el ecógrafo para ver qué había en el interior del bulto. Todos deseaban ver un potro sano en la pantalla.
Sin embargo, cuando el veterinario se acercó a Felicia con el ecógrafo, se puso más inquieta.
Cómo tranquilizarla
El veterinario sabía que debía tener paciencia con Felicia. Así que la tranquilizó y le dio la oportunidad de acercarse a él a su manera, lo que funcionó a las mil maravillas. En poco tiempo, pudo comenzar la ecografía. Sin embargo, enseguida se dio cuenta de que no iba a ser fácil. El bulto estaba muy sensible y no quería que se lo tocaran.
El veterinario analizó todas las opciones y decidió que era mejor sedarla. Sin embargo, es una tarea extremadamente difícil y requiere la ayuda de muchas personas.
Una decisión importante
El veterinario le dijo que había dos opciones: administrar una dosis más baja de sedación, o una más fuerte. Ambas tenían sus pros y sus contras. Ben sabía que el peso de la decisión recaería sobre sus hombros; era un momento difícil.
Si el veterinario intentaba administrarle el sedante más leve, existía la posibilidad de que Felicia se volviera loca y se hiciera daño a sí misma o al médico. Sin embargo, en la otra el riesgo era menor.
Opción número dos
Al final, Ben se decidió por la segunda opción. Dio instrucciones al veterinario, ya que el tiempo corría y tenían que empezar con la ecografía. Felicia se sentía cada vez más incómoda y él no podía soportar verla tan angustiada. La yegua supo que algo ocurría al ver que preparaban la inyección.
Podía percibir el nerviosismo a su alrededor, y esto la hizo sentirse aún más inquieta. Como consecuencia comenzó a alejarse, por lo que complicó la tarea de quienes la querían ayudar.
Una sedación exitosa
Ben no pudo ver cómo el veterinario intentaba sedar a su querida yegua, pero le informó cuando lo hizo. Aunque se sintió aliviado al saber que Felicia no sentía dolor, seguía preocupado sobre lo que verían en la ecografía.
El veterinario necesitó un poco de su ayuda para hacerla. Y mientras la máquina emitía un pitido y la imagen aparecía en pantalla, el dueño del caballo vio cómo la sangre se escurría de la cara del veterinario.
Oír las sirenas
Preocupado porque el veterinario no oía el latido del corazón, Ben esperaba que le diera la noticia que tanto temía. Sin embargo, no fue así. En lugar de eso, se apartó de Felicia, dejó el ecógrafo y lo invitó a salir.
Mientras salían de los establos, Ben escuchó a lo lejos las sirenas y volvió en sí. ¿Qué pasaba? ¿Estaba en problemas?
No debería estar ahí
Mientras el veterinario trataba de explicarle lo que ocurría, él solo escuchaba a medias. Los pensamientos invadían su mente y apenas oyó cuando le dijo: "Ben, lo que he visto en ese monitor es aterrador. Necesito que mantengas la calma y permitas que los oficiales entren en tu granja. Hay algo que no debería estar en el vientre de ese caballo". No podía creerlo.
Lo único que quería era criar un potrillo. ¿Por qué habían llamado a la policía? ¿Qué había en el estómago de Felicia? No quería perder a su caballo, pero tenía la sensación de que iba a ocurrir.
Un equipo de especialistas
Mientras Ben se cuestionaba todas las decisiones que había tomado sobre Felicia hasta ese momento, el veterinario lo hizo volver en sí una vez más. Le dijo que la debía operar de inmediato si tenía alguna posibilidad de sobrevivir, y no podría hacerlo sin la autorización de la policía local. Pero esto lo confundió aún más y seguía sin saber por qué la llamó.
Sin embargo, se enteró de que no se trataba de cualquier policía, sino de una unidad especializada que ya había ayudado al veterinario en numerosas ocasiones. Y aunque esto lo tranquilizó un poco, seguía sin respuestas.
Listos para la operación
Los oficiales ayudaron al veterinario a preparar a la yegua para la operación y a administrar más sedantes. Aunque fue más sencillo, fue traumático para Ben que observaba desde lejos. Solo quería saber si estarían bien, pero la policía quería hablar con él.
Los oficiales le dijeron: "Señor, tiene que responder a unas preguntas, ahora que Felicia está sedada". Así que, mientras el veterinario realizaba la cirugía, Ben era interrogado.
Confirmando algunos detalles
Ante todo, querían que él confirmara algunas cosas: su nombre, si era el dueño de Felicia y de la granja, y las razones de por qué instigó el embarazo de la yegua. Por supuesto, respondió todo lo que pudo. No quería meterse con la policía y esperaba que pronto se aclarara la situación.
Después de eso, los oficiales empezaron a hacer preguntas más extrañas. Querían saber el proceso de inseminación y cómo encontró al semental que eligió. Naturalmente, Ben no entendía.
Sacando las fotos
Empezó a preguntarse si había hecho fuera de la ley al preñar a su yegua, y la policía le afirmó que no lo hizo. Sin embargo, algo ilegal ocurrió durante el proceso, por eso, sacaron unas fotos para ver si reconocía a alguna de las personas que aparecía en ellas.
Ben no podía creer lo que pasaba. Mientras su amada yegua era operada, él respondía las preguntas de la policía, pero ¿por qué? ¿Y quiénes eran las personas que aparecían en las fotos?
Una cara conocida
Al principio, Ben apenas miró las fotos que tenía delante. Su mente iba a toda velocidad y solo quería saber que Felicia y su potro ya no estaban en peligro. Sin embargo, la policía lo obligó a concentrarse. ¿Reconocía a alguno de ellos? Era muy importante y su respuesta podría cambiarlo todo.
Al mirar las fotos de cerca, pasó por alto a las personas que sabía que no había visto nunca. Pero entonces tropezó con una cara que le resultaba un poco familiar.
Un descubrimiento repentino
Al cabo de un rato, Ben miró más de cerca el rostro familiar y se dio cuenta dónde lo había visto antes. Sin embargo, esto hizo que se preocupara aún más. Al instante bombardeó a la policía con preguntas frenéticas: “¿Estaría Felicia bien? ¿Y su bebé? ¿Qué le pasaría a este hombre? ¿Qué había hecho?”. Necesitaba respuestas.
Les preguntó: "Este es el hombre que contacté para embarazar a Felicia. Todo fue legal, ¿verdad?". Por desgracia, Ben no obtuvo la respuesta que esperaba. La policía respondió: "Señor, este hombre es un conocido criminal".
Un procedimiento ilegal
Por suerte, la policía se dio cuenta de que él no tenía relación con el delincuente en cuestión y era hora de explicarle lo que había ocurrido. El criminal era conocido por procedimientos de inseminación mal realizados, pero todavía no tenían pruebas suficientes para detenerlo.
Los oficiales le dijeron que el veterinario había descubierto un microchip en el estómago de Felicia y que era la causa de la protuberancia en su vientre. También afirmaron que salvar tanto a la madre como al potrillo sería difícil.
Un nacimiento milagroso
Ben no daba crédito a lo que oía y quedó estupefacto al enterarse de las acciones del criminal. Su atención se centró ante todo en la yegua y su potro. La policía le aseguró que llamaron en el momento perfecto y que el veterinario tenía esperanzas de que la operación fuera un éxito. Sin embargo, él no podría descansar hasta recibir buenas noticias.
Por suerte, no tuvo que esperar demasiado. El médico le anunció que la operación había sido un éxito y que ambos habían sobrevivido.
Un final feliz
Aunque Ben estaba encantado, aún tenía algunas preguntas. Quería saber qué pasaría con el criminal y con el potro. ¿Podría quedárselo? Para su alegría, le dijeron que el potro le pertenecía legalmente y que no tendría que entregarlo. Esto lo llenó de felicidad.
Por si fuera poco, la policía también pudo localizar al criminal y condenarlo. Y todo gracias a Ben, Felicia y su nuevo potro Siempre.